“La música es el arte más directo, entra por el oído y va al corazón… Es la lengua universal de la humanidad.”― Astor Piazzolla
Muchos de nosotros hablamos sobre la música como si habláramos de nuestras propias vidas. Canciones favoritas de antaño que evocan nuestros más tempranos y sublimes recuerdos de infancia; canciones alegres, de nuestra familias y de nuestros amigos, de fiestas, de primeros amores, de primeros desamores, de nuestra adolescencia. Música que viene y va, música que se queda para siempre y nos rememora historias, nostalgias, lágrimas, alegrías y vivencias.
Es bien sabido que las canciones de nuestro pasado pueden detonar emociones poderosas y transportarnos en el tiempo. Con frecuencia nos encontramos con quienes hablan de las canciones favoritas de sus padres, de la música que escuchaban sus abuelos, de la música del fin de año y de las fiestas. De esa canción que asocian con el primer amor, con el tipo de música que los llenaba en su juventud, en cómo, junto a ella, han cambiado y evolucionado como una sola unidad.
La relación entre la música y la memoria no es solamente única, sino poderosa y personal. La música se asocia con emociones que nos traen un sinfín de recuerdos. Somos capaces de transportarnos lejos en el tiempo y en el espacio al escuchar piezas que no escuchábamos hacía años. Las escuchamos y parece que viajáramos de vuelta a ese momento, donde podemos sentir las cosas como si estuviéramos allí detenidos por unos minutos, en ese, nuestro preciado recuerdo, en ese precioso viaje dentro de nosotros mismos.
En un artículo titulado “Music and Autobiographical Memory” de la revista Music & Science (Belfi y Jakubowski, 2021), sus autores hacen referencia a estudios recientes sobre memorias vívidas, emocionales y autobiográficas asociadas a recuerdos estimulados por música. La mayoría de las personas de estos estudios reportan recuerdos mucho más frecuentes de cuando tenían entre 10 y 30 años, tiempo que los psicólogos han llamado «golpe de reminiscencia». La música del período de golpe de reminiscencia puede asociarse con más recuerdos de la música que en otros períodos de la vida. Quizás porque nuestros años de adolescencia y los comienzos de nuestra adultez son momentos especialmente importantes y emocionantes en nuestras vidas, ya que experimentamos cosas por primera vez, generando una preferencia musical que se marca en nuestros cerebros como huellas imborrables.
Se ha estudiado igualmente que aquellos que sufren de demencia pueden evocar algunos de sus recuerdos escuchando música de antaño, especialmente de su juventud y adultez temprana. Donde a pesar de sufrir profundas pérdidas de memoria e incluso pérdida de conocimiento sobre quiénes son, estas personas muestran una memoria notable para la música. Las investigaciones muestran que la música autoseleccionada puede desencadenar recuerdos positivos que de otra manera podrían no ser recordados (Leggieri, 2019).
Pienso que muchas veces recordar algo no es fácil. No viene simplemente cuando queremos recuperarlo. Sin embargo, la memoria puede recordar aquello que hemos conectado con una canción. Escuchar una pieza musical que se tocó mucho durante un evento importante de la vida puede desencadenar una experiencia emocional profundamente nostálgica y emotiva.
Está claro que la música interviene directamente en nuestro sistema nervioso. Ella es capaz de aliviar problemas relacionados con el estrés y la ansiedad, mejorar nuestra memoria, lidiar con el dolor, desconectarnos de los problemas cotidianos, relajar nuestra mente y nuestro cuerpo, mejorar nuestro estado de ánimo, fomentar el desarrollo cerebral, favorece la interrelación social y hasta puede aumentar nuestros niveles de autoestima.
Así que… escuchemos más música, llenemos nuestras vidas de ella, creemos memorias… ¡Qué viva la música que entra por el oído, pasa por nuestro cerebro y nos llega al corazón!